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Una segunda campaña arqueológica busca desentrañar los secretos de la Muela de Jorcas Una segunda campaña arqueológica busca desentrañar los secretos de la Muela de Jorcas
Primeros trabajos en el túmulo durante la nueva campaña arqueológica en la Muela de Jorcas

Una segunda campaña arqueológica busca desentrañar los secretos de la Muela de Jorcas

Esta vez es el propio Ayuntamiento quien costea los trabajos de excavación del túmulo funerario
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En la Muela de Jorcas vuelve a sonar el ruido de la tierra pasando a través del tamiz en busca de restos. Lo hace desde que la semana pasada regresase el equipo de arqueólogos de la empresa Acción Gestión Integral del Patrimonio a esta pequeña meseta para seguir indagando sobre el origen de un pueblo que se asentó en ese lugar hace más de 2.600 años.

Después de que durante la primavera llevasen a cabo una campaña de excavación de cerca de cinco semanas, este mes de septiembre han regresado con más preguntas por contestar. Entre ellas, destacan las referidas a la construcción de túmulos funerarios en el interior del recinto amurallado de la ciudad o qué más esconde la acumulación de piedras en la que estuvieron trabajando en el mes de junio y que resultó ser mucho más grande de lo que aparentaba en un principio.

Si en junio la campaña estuvo sufragada por el presupuesto del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, en esta ocasión es el propio Ayuntamiento de Jorcas quien hace frente al coste de los trabajos.

Hasta Jorcas se ha desplazado un equipo de cinco personas. Junto al arqueólogo Óscar Bonilla, responsable de la empresa, han acudido otros tres arqueólogos y un arqueozoólogo. Además, el equipo se podrá ver reforzado ocasionalmente por una antropóloga a la que se recurriría si se estimase necesario.

En esta ocasión, el tiempo juega todavía más en contra del equipo ya que solo dispone de tres semanas para desentrañar los secretos de ese yacimiento. “El objetivo específico de esta campaña es agotar la zona que empezamos a excavar en junio, que en principio cuando planteamos que se trataba de un túmulo creíamos que era una estructura más pequeña. A pesar de que ya veíamos que el túmulo o la estructura era de grandes dimensiones, pensábamos que podría ser algo con una cista más pequeña en el centro o con un pequeño corredor, pero es mucho más grande de lo que habíamos planteado en un primer momento”, resumió Bonilla. Por eso, en estas tres semanas de trabajo se quiere “ampliar la zona de excavación con el objetivo de agotarla, de agotar todo el nivel, toda la estratigrafía y, ya con todo lo que obtuvimos en junio y con lo que saquemos ahora entre septiembre y octubre, haremos el análisis de los huesos para poder determinar si parte de esos huesos son humanos y, fundamentalmente, si fueron cremados”.

En la campaña de primavera se obtuvieron restos de huesos con un tono azulado, lo que indica que estuvieron sometidos a una temperatura de 600 grados centígrados durante un tiempo no inferior a 45 minutos. Esas cifras descartan que se trate de restos cocinados. “Evidentemente, nadie cocina algo con hueso durante ese tiempo a 600 grados”, razonó el arqueólogo, que dijo que los huesos, aunque “perecen humanos” no ha sido corroborado todavía en el laboratorio. Además, junto a ellos se encontraron más huesos de animales que “claramente están comidos” lo que apunta a la celebración de un banquete en el que se comió ciervo, ovejas, cerdo y cabra, cuyos restos no habrían estado expuestos a un rango de calor tan elevado ni durante tanto tiempo.

“Cuando nos empezaron salir todos esos huesos con esas coloraciones sí que podían indicarnos que pertenecían a un ritual funerario de quemar al difunto”, explicó Bonilla que, sin embargo, prefirió esperar a terminar la segunda campaña de excavación para, a continuación, completar todos los análisis necesarios en el laboratorio.

Cuestión de túmulos

“Dentro de ese túmulo, que pensábamos que eran dos túmulos pequeños junto a uno grande, pues ahora creemos más que es un túmulo muy grande. Entonces, lo que vemos es como una especie de corredor central, como si fuese un pasillo en el centro, y es ahí donde hemos encontrado todos los restos arqueológicos”, explicó el científico sobre cómo los restos que iban saliendo a la luz cambiaron los planteamientos iniciales, haciendo todavía más necesaria la segunda campaña de excavación que comienza ahora.

Los trabajos de desenterramiento de la estructura dejaron a la luz una construcción más grande de lo esperado. Tanto, que todavía no se ha localizado la cista, el espacio destinado al reposo de los restos del fallecido (o fallecidos). “No hemos encontrado esa urna con huesos que nos pudiera indicar eso que teníamos ahí era el difunto cremado, sino que lo que hemos encontrado en el proceso de excavación es esos huesecitos calcinados por todo el corredor”, confirmó Bonilla.

Los trabajos que han comenzado este mes de septiembre permitirán saber “si ha habido alguna remoción o de antiguo si hubo alguna remoción y pudieron romper alguna urna que contuviese los huesecitos y los dispersaron o simplemente pues que en algún momento pues lo abrieron para volver a utilizarlo y rompieron o digamos, esparcieron un poco los huesecitos”, añadió el jefe del equipo de excavación.

Pese a que el volumen de trabajo que el equipo tiene todavía por delante, se ha preparado un segundo objetivo que acometer si los trabajos que se están desarrollando en el túmulo llegasen a su fin, en referencia a un segundo túmulo que se dejó preparado en junio para poder iniciar su estudio.

Trabajo de laboratorio

Después de cada excavación llega el momento de encerrarse en el laboratorio a estudiar los materiales que se hayan podido recuperar. Después de haber realizado un primer cribado sobre el terreno, toda esa tierra se trata con una máquina que separar los restos de la arena. Eso permite recuperar semillas, pequeños objetos arqueológicos de metal o cerámica o huesecitos. “Durante los meses de julio y agosto hemos estado haciendo todo ese trabajo de laboratorio y ahora, con lo que completemos ahora esta campaña, continuaremos ese trabajo de laboratorio, pues yo calculo que más o menos hasta Navidades y a partir de ese momento para hacer el estudio de todos los restos”, calculó Bonilla, que valoró que hasta el momento “todos los restos son muy homogéneos, tanto la cerámica como los metales que encontramos son muy homogéneos y nos llevan a un horizonte probablemente alrededor del 600 a.C. Todo parece indicar que estamos entre finales del siglo VII y un inicios del siglo VI a.C.”.

A pesar de poder afirmar que el túmulo no había sido expoliado y de la importancia arqueológica de los restos que se han podido recuperar, Bonilla aseguró que no ha habido ningún indicio de nuevas piezas que pudieran pertenecer al Tesoro de Jorcas, que se expone en el Museo Provincial, en Teruel.

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