Diego Peribáñez, el artista que esculpe su segunda vida en madera policromada
El turolense ha sido cinco veces seleccionado para el Premio Reina Sofía y su obra más paradigmática, ‘Koré’, acaba de ganar en ValdepeñasDel plano al volumen, del grabado a la escultura y del arte al diseño de interiores
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Hay artistas que nacen con un lápiz debajo del brazo y otros que encuentran su vocación casi de forma fortuita. Es el caso del turolense Diego Peribáñez, que tras estudiar derecho y trabajar como promotor de viviendas decidió estudiar Bellas Artes rozando los cuarenta. Recientemente una de sus esculturas, Koré, que fue seleccionada en el Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura en 2021, ha sido premiada en el Certamen Nacional de Valdepeñas, que con 86 ediciones es el más antiguo que existe en España. Más allá del reconocimiento, Koré es la pieza que marca la madurez de Peribáñez: “la siento como la obra que me permite, ahora sí, decir que soy creador y me dedico al arte.”
La vocación de Peribáñez llegó tarde pero lo hizo con la fuerza de una revelación. Trabajó durante años como promotor y constructor en Teruel, y en 2008 la crisis económica coincidió con un problema de salud familiar que le obligó a replantearse la vida. Se mudó junto a su familia a Valencia y allí cumplió un sueño de infancia: matricularse en Bellas Artes. “Entré con una nota bajísima, en el turno de tarde. Me sentía fuera de lugar rodeado de chavales de veinte años, pero cuando cogí un carboncillo todo encajó”, recuerda el turolense.
Su esposa Elena siguió el mismo camino y después de hacer Bellas Artes se encuentra actualmente con un contrato doctoral sobre Gráfica para la integración social. Por su parte, y aunque el dibujo fue su puerta de entrada, Diego Peribáñez fue poco a poco especializándose en la talla de madera: “La piedra me resultaba violenta, el bronce frío... la madera sin embargo tiene olor, calor, alma, es como si cada veta te dijera por dónde tienes que ir tallando”.
Koré, su última obra premiada, es la manera que tiene de decir yo estuve aquí. Es una figura femenina erguida, retrato de su esposa, con la mano sobre el pecho pintada en rojo, un detalle cargado de simbolismo. Esa escultura fue realmente su Trabajo Fin de Máster, realizado poco después de la pandemia. La presentó al Premio Reina Sofía y formó parte del grupo selecto de sesenta obras que son seleccionadas, de entre los centenares que se presentan de todo el mundo. En virtud de ello, Koré participó en la exposición anual de las obras seleccionadas del Reina Sofía, que tuvo lugar en 2022 en la Casa de Vacas, en el parque del Retiro de Madrid.
Además, este verano ganó el Premio Fondo de Adquisición del Certamen de Valdepeñas, por lo que su Ayuntamiento adquirió la escultura para incorporarla a su colección permanente.
Para Peribáñez no es la primera ni la segunda vez que es seleccionado en el Premio Reina Sofía, sino la sexta. Aunque todavía no ha logrado el galardón principal, normalmente reservado a artistas muy relevantes y de primera línea, el artista considera la selección como un enorme reconocimiento en sí mismo: “Cada vez que recibo la carta de aceptación es como si me confirmaran que sigo en el camino. Que mi obra tiene algo que decir”.
La primera selección del Reina Sofía le llegó en 2020 con Pilar, un retrato de su hija en madera de tilo que en 2019 había sido seleccionada también para el Figurativas MEAM de Barcelona. Después el certamen de pintura y escultura le ha seleccionado por la escultura Koré en 2021; por el cuadro Reflejo de un matrimonio, autorretrato de su esposa Elena y él mismo; por el retrato titulado Padre, en el que experimenta con el hiperrealismo; y en la última edición del concurso, en 2025, por Calle las Barcas, un paisaje de la conocida vía valenciana.
Pintor figurativo
Peribáñez se considera un artista figurativo, especialmente centrado en el retrato: “Me interesa el rostro humano, las huellas del tiempo, las pequeñas imperfecciones. Pinto a mi mujer, a mi hija, a mí mismo...”. Al tiempo que esculpe como un vehículo de expresión más personal, ha desarrollado una sólida faceta como pintor figurativo: “La pintura me da de comer, y la escultura me da sentido”, asegura.
Aunque le atrae la pintura más matérica y personal, reconoce que ahí choca con el gusto habitual del cliente: “La gente habitualmente quiere que le pintes un retrato muy fiel, cuanto más se parezca a una fotografía mejor. A mí me gusta otro tipo de pintura más personal, que realizo cuando tengo mucha confianza con el cliente”. No renuncia a ir cambiando el gusto del cliente, hacia una pintura más personal, y sueña con el momento en que el prestigio le permita pintar exactamente lo que le dé la gana mientras estampe su firma: “Eso me ocurrirá cuando sea mayor”, bromea el turolense.
El día a día de Diego Peribáñez transcurre en su taller de Valencia entre maderas, lienzos y olor a disolvente. “El arte se parece mucho a la construcción”, afirma evocando su anterior ocupación. “Hay que medir, planificar, respetar la estructura... pero al final lo que construyes no es una vivienda sino una emoción”.
Los encargos apenas le dejan tiempo para pensar en proyectos artísticos personales y todavía no ha realizado ninguna exposición individual. Le gustaría hacerlo en Teruel, su ciudad de origen, como una forma de cerrar el círculo. “Sería un homenaje a mis raíces y a la gente que me apoyó cuando dejé la seguridad de mi antiguo trabajo. Siempre sueño con volver y mostrar que el arte también puede nacer desde la incertidumbre”.
En ese taller conservar obras más íntimas y experimentales, que nacen casi fruto del juego, como una gran autorretrato en el que se representa con estética Mad Max, como si estuviera ante el páramo de La Gran Nada, o una pintura en blanco y negro que se representa a sí mismo en una churrería, haciendo obras como churros. No son obras para vender, sino para entenderse. Pero todas forman un corpus coherente: las unas no se entienden sin las otras.
Estamos en un tiempo en el que se valora la velocidad, los caminos directos y el éxito inmediato. Y en ese sentido Diego Peribáñez se reivindica como lo contrario: un tallador de madera que se reinventa con las manos, cuya obra habla de las bifurcaciones y de los recomienzos. Quizá por eso el propio autor siente Koré no como una mera escultura, sino como una declaración de intenciones. Como una huella roja en el pecho del tiempo, como aquellas manos antiguas estampadas en la piedra. La suya dice: “Yo estuve aquí, y ya soy quien quería ser”.
Un punto de inflexión
Koré está realizada en madera de tilo, blanda, resistente al astillado y con poco nudo. La figura femenina es un retrato de su mujer, así que el artista realizó primero una escultura en arcilla a partir de fotografías, que después sirvió como modelo.
En cuanto al policromado, el artista quería darte un aspecto antiguo y desgastado, por lo que la pintó en varios momentos sucesivos, intercalando con la talla, en lugar de esperar a tener el volumen completamente terminado. De ese modo las capas de pintura se superponen y se imbrican en la propia madera esculpida.
La escultura está inspirada en la Dama de Auxerre, originalmente en piedra caliza. Koré -plural de korai, mujer joven en griego)- hace referencia a un tipo escultórico de la época Arcaica de la Antigua Gracia caracterizada por representar la figura femenina erguida, y que se realizaba como ofrenda votiva a los dioses.
La mano en el pecho recuerda a la inconfundible obra de El Greco, y alude nuevamente a un acto de fe, basado esta vez en el honor personal, en un gesto de máxima honestidad. De algún modo es un gesto con el que Diego Peribáñez pretende presentarse al mundo como un artista desde el momento en el que siente que lo es.
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