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El horror antes del horror: la violencia y los asesinatos planificados del verano de 1936 El horror antes del horror: la violencia y los asesinatos planificados del verano de 1936
El historiador turolense David Alegre

El horror antes del horror: la violencia y los asesinatos planificados del verano de 1936

David Alegre arroja luz en ‘Verdugos del 36’ sobre la maquinaria represiva tras el 18 de julio
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El historiador turolense David Alegre abre un melón que permanecía oculto tras los archivos militares, muchos de ellos prácticamente inaccesibles hace pocos años. Crítica acaba de publicar Verdugos del 36, un exhaustivo análisis del aparato violento que se desplegó en Aragón desde los primeros días tras el golpe de Estado que provocó la Guerra Civil. Un detallado análisis inédito de las fuentes y numerosas entrevistas personales permiten poner nombre y apellidos a quienes pusieron en marcha una campaña sistemática que acabó con la vida de 3.500 civiles opositores a los golpistas en la provincia de Zaragoza. A los cerebros y a los ejecutores.

Alegre, quien a pesar de su juventud es ya uno de los historiadores de referencia en el ámbito de la guerra civil y de la violencia en conflictos armados, explica que el germen del libro no fue un encargo ni una hipótesis preconcebida, sino un hallazgo fortuito en el Archivo del Juzgado Militar de Zaragoza. Allí encontró un manuscrito de unas 40 páginas con una relación de los motes populares (el Calamocha, el Estanquero, el Cojo de Cella, el Herrero...) y sus identidades reales, explicadas por un falangista turolense. Se trata de personas de los que Alegre llevaba años oyendo hablar, siempre por el mote, como los perpetradores de los abusos y asesinatos que se cometieron en el verano-otoño de Teruel de 1936, tras el golpe de Estado, y cuyos nombres reales eran desconocidos para la historiografía.

“Me recorrió un escalofrío porque fue impresionante, el sueño de cualquier historiador, encontrar un documento que ponía en relación esos motes, muy conocidos a nivel popular, con sus nombres y apellidos auténticos”, afirma el historiador.

Alegre abandonó en ese momento otros proyectos que tenía abiertos -como una historia social de la posguerra en Teruel- y comenzó a tirar del hilo. En la investigación, que le ha llevado prácticamente 10 años, ha combinado expedientes del juzgado militar de Zaragoza, hojas de servicios del Archivo General Militar de Segovia, hojas de servicios de la Guardia Civil en la Dirección General en Madrid, y documentos del Ministerio del Interior con entrevistas orales a testigos y descendientes. Alegre tuvo que armarse de paciencia porque asegura que los tiempos de respuesta de los archivos encargados de facilitar esta información son “geológicos”, aunque también reconoce que hace pocos años hubiera sido sencillamente imposible acceder a ellos.

David Alegre admite que en un primer momento se obsesionó con la trayectoria personal de cada una de estas personas. “Pero entonces algunos colegas de la profesión me abrieron los ojos y me hicieron entender que no son tan importantes las actuaciones personales de cada una de esas personas, como los intereses superiores a los que servían, de la maquinaria de terror, bien engrasada y organizada, de la que ellos formaron parte”.

Una de las principales aportaciones de Verdugos del 36 es que desentraña la tipología social y las motivaciones de los ejecutores de las políticas de eliminación física de opositores que pusieron en marcha los golpistas -normalmente personas de extracción baja, de escasos recursos y que “hicieron el trabajo sucio en busca de un ascenso social al que no podían acceder de otro modo”-.

Pero la verdadera importancia del ensayo publicado por Crítica es que, lejos de considerarlos exaltados o elementos incontrolados que actuaron movidos por venganzas personales al amparo del caos reinante -como en ocasiones se ha sugerido- los sitúa dentro de un gran entramado bien diseñado y organizado; una maquinaria formada por oficiales del Estado Mayor y por sectores civiles económicos influyentes que diseñaron planes y coordinaron recursos para eliminar sistemáticamente a quienes podían poner en peligro los objetivos de los golpistas, tras el fracaso de la toma de poder del 18 de julio.

Eso es lo que lleva la investigación de David Alegre a ampliar el foco desde Teruel hasta Zaragoza. “Zaragoza es el centro de poder de la Capitanía General de la V División Orgánica, de la que dependen en ese momento las tres provincias aragonesas, Guadalajara y Soria”.

Alegre advirtió enseguida que abordar este fenómeno en el conjunto de Aragón era “inabarcable” para un solo volumen, por lo que circunscribió Verdugos del 36 únicamente a Zaragoza y provincia. “Tiene sentido porque en ese momento Zaragoza es una gran ciudad, la segunda más importante que controlaron los golpistas desde el primer momento, parapeto frente Cataluña y Valencia y desde donde se empieza a hacer el primer esfuerzo industrial para la guerra gracias a la enorme cantidad de intereses económicos que tiene, desde el sector bancario hasta las constructoras, pasando por las azucareras”. Alegre, que fue el primer sorprendido “por encontrar tantas evidencias de la criminalidad de 1936”, continuará a lo largo de los próximos años con futuros ensayos centrados en este mismo proceso en las provincias de Teruel y de Huesca.

El caso de Zaragoza es “escalofriante” porque la documentación hallada en los archivos demuestra que “buena parte de la patronal zaragozana, de los intereses económicos más potentes, están metidos hasta el cuello en esas políticas de la violencia. En el diseño, señalamiento de objetivos, tribunales en la sombra que deciden quien es asesinado y quien no, al frente de los cuales hay una serie de militares del Estado Mayor”.

Del desorden al método

En su ensayo David Alegre distingue dos fases en la represión golpista: uno de cierta improvisación que tiene lugar durante las dos primeras semanas tras el alzamiento, “con ejecuciones situacionales y teatros de violencia poco estructurados”, y otro, que arrancaría con una serie de visitas y giras de mandos militares que se realizaron en torno al 9 de agosto, en el que la actividad se sistematiza: señalización de objetivos a ejecutar, traslados masivos a la capital, logística de transporte, ocultación de procedimientos en la sombra y la existencia de un auténtico tribunal en la sombra que decide quién muere y quién vive.

En modo alguno esta perspectiva pretende blanquear las actuaciones individuales de quienes perpetraron las ejecuciones. “Yo siempre reivindico la autonomía del individuo, porque de lo contrario parece que sea inevitable que las cosas ocurran. Lo que sucede es fruto de las decisiones de las personas. Hay algunas que dependen de muchas, pero siempre hay un momento en el que tú o yo podemos decir no”.

A medida que se fue desarrollando la maquinaria esta se radicalizó progresivamente, fue haciéndose más violenta, con más víctimas ejecutadas en las ciudades controladas por los golpistas conforma pasaban los días. “En Aragón los golpista empiezan a tener miedo a colapsar, a que comiencen a llegar las columnas de Cataluña y Valencia y pierdan las capitales”, explica Alegre. “Hay una crisis militar en la que los golpistas se ven vulnerables, porque no han logrado el poder como pretendía el golpe de Estado, y al mismo tiempo se ven seguros porque Alemania ya les ha confirmado su apoyo militar y financiero. Y deciden poner toda la carne en el asador”.

Otro elemento que contribuye a la radicalización y que analiza el historiador es la llegada de refugiados procedentes del Aragón oriental. “En las primeras semanas hay una afluencia enorme de personas que llegan a la zona golpista porque se identifican ideológicamente con ella. Eso crea un caldo de cultivo favorable a las soluciones expeditivas contra quienes se considera peligrosos”. Esas personas además traen relatos de auténtico terror que alientan el asesinato de los republicanos significados. “Y además bien fundamentados, porque en muchas poblaciones ocupadas por las columnas revolucionarias está habiendo auténticas masacres”.

Alegre afirma, por otra parte, que siendo dramático el caso español no es peor que el de otros países que han atravesado un periodo bélico similar. “Es el caso de dos proyectos en disputa, uno desde perspectivas autoritarias fascistas y otro desde perspectivas revolucionarias de izquierda, en el que ambas recurren a la violencia para imponerse”.

En este sentido, la eliminación física del contrario es un “proceso de ingeniería social” que es decisivo en la forma de forjar un país o una sociedad “y que deja marca indeleble en su código genético”. Explica entre otras cosas el miedo a alzar la voz, a resistir, a exigir unos derechos de corta tradición, y que siguen vigentes en sectores de la población española.

David Alegre aborda con franqueza la dimensión ética que supone señalar a asesinos y colaboradores cuyos nombres eran hasta ahora impunes, al menos en la historiografía oficial. El historiador ha intentado -siempre que ha sido posible- contactar con descendientes y familiares de esas personas para ofrecerles participar en el proceso y compartir documentación. Se ha encontrado con descendientes que han decidido rechazar participar en la investigación por dolor -o por otras razones-, que no conocían el pasado de su familiar y de quien ha colaborado. “Algunos testimonios han revelado la violencia doméstica de los perpetradores, lo que añade una nueva capa psicológica a la narración histórica”.

Para David Alegre sacar a la luz esta investigación y poner nombres y apellidos a los criminales no tiene afán revanchista, sino que sencillamente cierra una pieza necesaria del relato público. “Si yo no contara todo esto sería como darle una última victoria a toda esta gente”. “No se trata de reabrir casos judiciales ni nada por el estilo, porque además están todos muertos ya, sino de conocer la historia”.

Y también de reparar a las víctimas, que es el efecto inevitable que se consigue cuando la verdad se abre paso. “No me vale el ‘a este lo mataron por ser de izquierdas’. ¿Cómo que de izquierdas? ¿Quién lo mató? ¿Quién lo ordenó? ¿A quién interesó y por qué? Estos crímenes tuvieron importancia y significado social y político, y las víctimas se merecen que lo conozcamos en profundidad”.

 

Crítica publica ‘Verdugos del 36’, última obra del historiador turolense David Alegre

Presentación

La obra Verdugos del 36 (Crítica, 2025) de David Alegre Lorenz salió al mercado el miércoles y este jueves se presentó oficialmente en Zaragoza, en un acto que tuvo lugar en la Biblioteca de Humanidades de la capital de Ebro acompañado por Nicolás Sesma.

La presentación en Teruel tendrá lugar el próximo 8 de noviembre, en el salón de actos del Museo Provincial de Teruel a las 11.30 horas. El acto contará con la presencia del autor, además de los periodistas Vicente Aupí y Nuria Andrés.

Investigación centrada en Teruel

Para David Alegre siempre ha sido una prioridad trabajar en el contexto territorial de Teruel, aunque con ocasión de Verdugos del 36 centra su foco en Zaragoza. En los próximos años el historiador desarrollará su investigación acotándose a Huesca, Jaca, Calatayud y Teruel, las otras cuatro comandancia militares aragonesas, polos del poder golpista en Aragón de 1936.

“Tengo todo el material por redactar, y creo que para los turolenses será muy impactante conocer cómo operó esa cuadrilla de perpetradores que estuvieron adscritos a la comisaría de Policía de Teruel y a la Comandancia de la Guardia Civil”. No son muchos más de una decena de personas, entre guardias civiles y falangistas, que se presentaron voluntarios para ejecutar los asesinatos sin juicio previo que eran encargados desde Zaragoza. Personas de las que, en general, se desconocen sus auténticas identidades, más allá de motes como el Calamocha, el Herrero o El Cojo de Cella, y a quienes Alegre pone nombres y apellidos. “Nadie ha hecho todavía una investigación sobre esto, indagando en las trayectorias personales de esta gente, desde su origen familiar hasta sus motivaciones”. Esa investigación, como la de Verdugos del 36, se ha apoyado en gran cantidad de documentación oficial, gran parte de ella inaccesible hace solo unos pocos años, y numerosas entrevistas personales con testigos y descendientes, muchos de los cuales han colaborado activamente con testimonios inéditos y decisivos.

David Alegre Lorenz (Teruel, 1988) es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus principales campos de investigación son los estudios sobre fascismo, historia social y cultural de la guerra y la violencia como fenómeno bélico.

Entre sus libros cabe destacar Europa desgarrada, ocupación y violencia (1900-1950) junto a Miguel Alonso y Javier Rodrigo (Alianza 2018), La batalla de Teruel: guerra total en España (La Esfera de los Libros, 2018), Comunidades rotas: una historia global de las guerras civiles, 1917-2017 (Gutemberg, 2019), en coautoría con Javier Rodrigo, y Colaboracionistas: Europa occidental y el Nuevo Orden nazi (Gutemberg, 2022), los dos últimos de próxima aparición en inglés.

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