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Hitchcock y 50 años de ‘Frenesí’ Hitchcock y 50 años de ‘Frenesí’

Hitchcock y 50 años de ‘Frenesí’

José Baldó

Hay descubrimientos que te cambian la vida y uno de los más determinantes en la mía se lo debo a TVE. Era tan solo un niño la primera vez que fui consciente de la existencia de Alfred Hitchcock. Por supuesto, conocía su serie de televisión; su rostro y su peculiar silueta me eran familiares gracias a sus presentaciones al inicio de cada capítulo. Pero lo que realmente hizo que me explotara la cabeza y que Mazinger Z perdiera puestos en mi lista de preferencias infantiles fue el ciclo programado por la televisión pública a inicios de 1990 con algunas de las películas más famosas del director inglés.

Si hay un concepto capaz de definir la formación cinéfila de mi generación, ese es el eclecticismo. Por la tarde podías visitar el videoclub, viajar al pasado subido en un DeLorean, llegar a tiempo para la cena y pasarlas canutas con tus padres viendo a Cary Grant perseguido por una avioneta. En cierto modo, era un desorden agradable que te permitía saltar de las cuevas de Altamira al cubismo, sin hacer escala en el Renacimiento.

Hoy en día poco puede añadirse sobre el arte de Hitchcock que no hayan dicho, antes y mejor, infinidad de críticos, cineastas y estudiosos de su obra. El director François Truffaut recogió en su libro El cine según Hitchcock una entrevista que cambiaría la historia del cine y el concepto que hasta entonces se tenía del autor de Rebeca. Con el paso de los años, el texto se ha convertido en una auténtica biblia para los amantes del séptimo arte y referencia indispensable para cualquiera que desee profundizar en la figura del maestro del suspense (como complemento a su lectura, les recomiendo el excelente documental dirigido por Kent Jones en 2015, Hitchcock/Truffaut).

En 1972 quedaban lejos los tiempos felices de La ventana indiscreta, Psicosis o Los pájaros. Hitchcock había encadenado dos fracasos consecutivos de crítica y público, Cortina rasgada y Topaz, y veía cómo su posición en Hollywood peligraba. Necesitaba un nuevo éxito con el que superar la mayor crisis creativa de su carrera; para ello, volvió a Inglaterra y rodó una película pequeña, sin grandes estrellas, pero repleta de crueldad y humor negro.

Frenesí (Frenzy) cumple cincuenta años de vida, es el penúltimo film de su director y, a su vez, un compendio de los grandes temas de su obra. Según Truffaut “es la combinación de dos tipos de películas: aquellas en las que Hitchcock nos invita a seguir el itinerario de un asesino (La sombra de una duda, Pánico en la escena, Crimen perfecto) y aquellas otras en las que describe los tormentos de un inocente perseguido (39 escalones, Yo confieso, Falso culpable)”.

En el Londres de los años 70, un maníaco sexual se dedica a violar y asesinar mujeres estrangulándolas con una corbata. Con este sencillo argumento, el director crea su obra más realista y atrevida, sentando las bases para la moda de thrillers con psicópata que coparán las carteleras durante las décadas siguientes. En Frenesí, Hitchcock se atreve a desnudar (literalmente) a sus actrices, algo que indudablemente deseaba hacer desde sus trabajos con Ingrid Bergman o Grace Kelly. En sus imágenes no hay atisbo de sofisticación y la violencia resulta dolorosamente gráfica para el espectador. Incluso, se atreve a filmar una larga secuencia de violación capaz de igualar en virtuosismo técnico a la escena de la ducha de Psicosis o al poético plano cenital de la muerte de Juanita de Córdoba en Topaz.

Hitchcock, con su personalidad compleja y reservada, utilizó sus películas para canalizar sus obsesiones y frustraciones: el ataque de los pájaros a Tippie Hedren, el asesinato de Janet Leigh en la ducha, el amor necrófilo de Vértigo… Supo reflejar sus propias inquietudes en la pantalla, sin renunciar a crear historias entretenidas para el gran público. Después de todo, como apuntó el propio Hitchcock: “Estoy seguro de que a cualquiera le gusta un buen crimen, siempre que no sea la víctima”.

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