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Abuán, la aldea perdida de Caudé Abuán, la aldea perdida de Caudé
Iglesia de la aldea de Abuán, transformada en ermita a partir del siglo XVII

Abuán, la aldea perdida de Caudé

Situada en la cola del embalse del Arquillo, sus aguas cubren sus mejores tierras y principales infraestructuras
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La aldea de Abuán se situaba en la actual cola del Embalse del Arquillo. Ocupaba un pequeño espolón, en la margen derecha del río Guadalaviar, extendiéndose posiblemente por el espacio en el que se encuentra la masía de Aguán.

Desde hace sesenta años, el Embalse ha contribuido a sumir a Abuán en la niebla y el olvido. Las aguas cubren sus mejores tierras y algunas de las principales infraestructuras, ocultándolas bajo un velo líquido que contribuye también a anegar su memoria. No obstante, en Caudé aún subsiste el recuerdo de esta aldea perdida; y la leyenda de que se despobló por una plaga de langosta, adscribiéndose sus términos a Caudé, por ser los vecinos de este pueblo los que acogieron a los últimos habitantes de Abuán.

Secularmente habitado

A lo largo de su Historia, el lugar en el que se emplazó Abuán ha sido ocupado de forma reiterada y desde muy antiguo. En los sondeos arqueológicos promovidos por la Asociación de Vecinos de Caudé, con el patrocinio del Ayuntamiento de Teruel, se ha detectado la presencia de cerámica a mano del Bronce Medio o Tardío. En este periodo, no se disponía de instrumental de hierro, por lo que sus pobladores posiblemente no tuvieran la capacidad necesaria para aprovechar todas las posibilidades de las tierras de la vega.

Mayor entidad tuvo la ocupación ibérica, periodo en el que ya se contaba con la tecnología necesaria para la creación y explotación agraria de espacios irrigados.

El emplazamiento de Abuán volvió a ser reocupado en época andalusí, momento en el que debió albergar una alquería, a la que se podría vincular una posible estructura fortificada conservada en la parte más alta del espolón.

El topónimo Abuán también debe asociarse a esta etapa; a falta de un estudio etimológico detallado, se puede indicar las coincidencias en su pronunciación con otros topónimos árabes de localidades que subsisten en la actualidad, como Abwan (distrito de Matay, Egipto). Abwan también es un nombre árabe relativamente frecuente, tanto en la actualidad, como en el pasado; Ibn al-Abwan (también conocido como Abu Zacaría), fue un agrónomo andalusí de época almohade, autor del Libro de Agricultura, que vivió unas décadas después del abandono de la alquería turolense de Abuán. Por último, también señalar la homonimia con la palabra أبوان que significa “padres”.

Antiguo término de Abuán, dividido entre Cella, Caudé y El Campillo: 1.- Aldea y masía; 2.- El Molinazo; A.- Huerta de Cañada Estrecha; B.- Huerta de Abuán; C.- Huerta del Molinazo

La aldea turolense

Décadas después de su desaparición, en un momento no precisado del siglo XIII, sobre la antigua alquería andalusí se instaló una aldea, perteneciente al alfoz de la Villa de Teruel. Este pequeño núcleo de población formó parte de la sesma de Río Cella, dentro de la Comunidad de Aldeas de Teruel.

El terreno que tenía adscrito era bastante reducido. A principios del siglo XVII apenas comprendía 16,44 km2. De él, tan sólo 17 ha. serían de huerta, divididas en tres porciones: la Cañada Estrecha, Abuán y El Molinazo. El resto serían secanos de baja calidad y pastos.

A estos escasos recursos se le sumó, a partir de 1308, la posibilidad de que sus ganados pastasen en el Patio del Rey Don Jaime, espacio de pasto de casi 3.000 ha. de superficie, en los límites entre Teruel y Albarracín. Su vinculación con el Patio se mantuvo incluso después de que desapareciera como aldea independiente, como lo demuestra la firma en la Casa de Abuán de la Sentencia por la que se dividió el Patio del Rey Don Jaime entre las ciudades de Albarracín y Teruel y sus aldeas (1677).

Pese a su limitada entidad, Abuán fue el escenario elegido para la reunión de Don Fernando de Aragón con los arzobispos de Zaragoza y Tarragona y el gran maestre de la Orden de Montesa, comprometiéndose allí el infante a guardar fidelidad al rey Pedro IV. Un episodio más en la tormentosa relación entre los dos hermanastros, recogido por Jerónimo Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón.

El edificio más relevante de la aldea fue la iglesia parroquial, documentada desde 1272, de la que aún se conservan restos arqueológicos de entidad. Desde fechas muy tempranas se asoció la rectoría de Abuán con la de Caudé. Por ellas pasó algún rector de cierta relevancia y apreciable potencial económico, como Pascual Serrano, que también fue canónigo de Santa María de Media Villa de Teruel, y que aparece citado como “muy honrado y discreto y sabio en Derecho”.

El escaso número de habitantes y la penuria económica, afectaron significativamente al mantenimiento del edificio. En 1523, el cáliz y la campana de la iglesia de Abuhan se había trasladado a Caudé. Unos años después, en 1544, el templo amenazaba ruina, por lo que el arzobispo D. Hernando de Aragón ordenó que se reparara y retejara en el plazo de medio año, bajo pena de cincuenta ducados y sentencia de excomunión; en esas fechas debía haber un único hogar habitado en la aldea, por lo que las posibilidades de intervenir en el edificio debieron ser muy escasas.

Finalmente, la iglesia se retejó en 1554; pero la campana no retornó a Abuán hasta 1586. En 1598, este templo se seguía considerando como iglesia, ordenando Terrer de Valenzuela, obispo de Teruel, diversas mejoras en el altar.

Escarpe septentrional del espolón sobre el que se asienta la aldea de Abuán

Paulatino declive

Los medios de subsistencia de Abuán eran muy limitados, no dando para mantener a mucha población. Aún así, llegó a adquirir unas dimensiones apreciables. En el monedaje de 1342 aparecen censados 28 “vecinos fiscales” (unos 70 habitantes), cantidad parecida a la de otros núcleos de población que han subsistido hasta nuestros días, como Peralejos, Rubiales, Son del Puerto o Valdecebro. En ese momento Caudé contaba con 80 “vecinos fiscales”, importante cantidad atribuible a sus abundantes tierras de secano y a su ubicación junto al camino de Valencia y Zaragoza.

Pocos años después, la epidemia de Peste Negra, la Guerra de los Dos Pedros y una prolongada e intensa crisis económica, generó una recesión demográfica generalizada. Si tomamos como referencia el monedaje de 1385, aparentemente ésta no fue muy intensa en Abuán; el número de “vecinos fiscales” se redujo a 20 (unos 50 habitantes), disminución muy inferior a la de Caudé, que se quedó con tan sólo 25 “vecinos fiscales”; otras poblaciones como Alba, El Campillo, Cuevas Labradas, Rubiales o Torrijas, ofrecían cifras similares, mientras que Torremocha (con sólo 6 “vecinos fiscales”), Concud, Nogueruelas o Valdecebro, estaban sensiblemente peor.

¿Qué pasó para que todos estos pueblos se recuperasen y Abuán acabara desapareciendo?. Pues que Abuán contaba con muchos menos recursos, y la situación era más desesperada de lo que parecía. De hecho, entre 1375 y 1398 recibió diversos subsidios de la Comunidad de Teruel por la “malcarencia” del lugar, con el fin de poder afrontar el pago del impuesto de la pecha. Pero Abuán llegó a despoblarse ocasionalmente por no poder afrontar los vecinos los pagos; en 1388 la Comunidad de Teruel aportó una ayuda de 100 sueldos para el pago de la pecha de este “despoblado”, con la condición de que “no se despueble más”.

Las cosas tampoco pintaron bien para la pobre aldea en el siglo XV. En el fogaje de 1488 contaba con sólo 5 fuegos (unos 25 habitantes), cifra que se rebajó a 3 fuegos (unos 15 habitantes) en 1495; una situación agónica, únicamente parangonable (en lo que respecta a núcleos de población que han subsistido hasta nuestros días) con la que tenía El Campillo y Valdecebro. Esta evolución auguraba que Abuán se acercaba a su desaparición como aldea independiente. En 1510 sólo contaba con 1 fuego, una familia, lo mismo que en 1543, el último censo en el que figuró como aldea habitada.

Estructuras del molino de El Molinazo

Desaparición

La suerte de Abuán estaba echada. El 13 de noviembre de 1617, el uso y gestión de los términos de la pardina se repartieron entre las tres aldeas limítrofes de la Comunidad de Teruel, si bien esta última entidad mantenía la propiedad y recibía una renta anual de los municipios beneficiarios. A Caudé es al que le tocó la mayor porción: 643 ha., casi el 40 % de la superficie, distribuida en ambas márgenes del río, incluido el emplazamiento de la aldea, el molino y casi el 70 % de la huerta. Cella se llevó 523 ha., también distribuidas en ambas márgenes del río e incluida una cierta porción de huerta. Por último, a El Campillo, le tocó la parte más pequeña (478 ha.) y pobre, formada por pastos y algún campo de cereal.

Durante tres siglos y medio, el espacio asignado a Caudé fue una importante fuente de ingresos para el Concejo, pero también de gastos y preocupaciones. La propiedad no se podía enajenar, ni dividir, ni transformar sustancialmente. Periódicamente, se arrendó la masía contigua al emplazamiento de la antigua aldea, el molino y el batán; estas dos instalaciones, junto con el puente, fueron dañadas en múltiples ocasiones por las avenidas del río Guadalaviar.

La titularidad de los terrenos se mantuvo en manos de la Comunidad de Teruel hasta su extinción, subastándose la propiedad en 1861. Tras diversas vicisitudes, esta porción de la antigua pardina pasó a manos de la Sociedad La Constancia, formada por vecinos de Caudé.

En los años 1962 y 1963, las obras del Embalse del Arquillo transformaron irremediablemente este tramo del estrecho y sinuoso valle del Guadalaviar, sustituyendo su fértil vega y el bosquete de ribera por una lámina de agua.

Restos arqueológicos

De Abuán subsisten los restos arqueológicos de la antigua aldea y parte de las construcciones de la masía que la sustituyó. También se pueden ver, en épocas de sequía, las ruinas del Molinazo. Y se conserva abundante información documental, especialmente de los más de cuatro siglos de Historia en los que Abuán y Caudé pasaron a ser un mismo pueblo. Pero además, existe el manifiesto deseo entre los caudetinos y las caudetinas, de mantener viva su memoria.

Masía de Abuán

Los caudetinos mantienen viva la memoria de Abuán

Los pasados 29 y 30 de abril, la Asociación de Vecinos de Caudé, con la colaboración de ARCATUR, organizaron unas jornadas en recuerdo a Abuhan, con una charla en la Iglesia de Caudé (a cargo de Javier Ibáñez González) y una visita guiada a la aldea perdida (acompañados por Rubén Sáez Abad). A estas actividades acudieron 70 y 50 personas, respectivamente, reflejando el deseo de mantener viva la memoria de Abuhan.

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