Síguenos
Castillo de Segura de los Baños: bajo los escombros causados por 90 quintales de pólvora detonados por orden de Espartero Castillo de Segura de los Baños: bajo los escombros causados por 90 quintales de pólvora detonados por orden de Espartero
Castillo de Segura, publicada en el periódico El Laberinto (15-9-1845)

Castillo de Segura de los Baños: bajo los escombros causados por 90 quintales de pólvora detonados por orden de Espartero

Un conjunto sumido en el olvido pese a los acontecimientos bélicos en los que se vio involucrado
banner click 236 banner 236

A pesar de los importantes acontecimientos en los que se vio involucrado, el Castillo de Segura permanece sumido en el olvido, sepultado por los escombros ocasionados por los 90 quintales de pólvora detonados por orden de Espartero. Fue el lamentable epílogo de su puesta en defensa por Cabrera y del sitio y conquista isabelinos.

Entrada en el Castillo de Segura de las tropas liberales. Sociedad de ex-milicianos de Madrid (1845), Vida militar y política de Espartero, Madrid

En el reportaje anterior nos centramos en su configuración, bien conocida gracias a las descripciones y documentación gráfica elaborada en 1839-40. En éste, nos referiremos a los acontecimientos bélicos en los que se vio inmerso antes de su destrucción.

Primer intento de conquista

Nuestra historia se inicia el 17 de marzo de 1839, momento en el que el general Cabrera refortificaba el castillo de Segura, donde acumulaba víveres, municiones y artillería para afrontar un asedio prolongado.

Toma de Segura. Grabado incluido por Dámaso Calbo y Rochina de Castro en su Historia de Cabrera y de la guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, 1845, pág. 479

Los mandos isabelinos decidieron intervenir antes de que Segura resultara inexpugnable. El general Ayerbe, comandante de la 2ª División del Ejército del Centro, partió desde Zaragoza hacia Segura. De camino, derrotó a Cabrera el 23 de marzo en la Fuen de Muniesa, entre Cortes y Segura. Mientras tanto, en Segura se trabajaba sin descanso en la defensa, derribando las casas cercanas a la fortificación y arrasando los campos próximos al pueblo para aplicar la “táctica de tierra quemada”.

El día 6 de abril, Ayerbe realizó un reconocimiento ofensivo sobre Segura, no consiguiendo forzar a Cabrera a combatir. Cuatro días después, en medio de un fuerte un temporal de agua y nieve, decidió posponer definitivamente el ataque.

Se retoman las operaciones

El 31 de agosto de 1839 se firmaba el Tratado de Vergara, que ponía fin a la Primera Guerra Carlista en el frente norte. Sin embargo, los frentes de Aragón, Cataluña y Valencia siguieron activos, pues Cabrera decidió continuar con la lucha. El Tigre del Maestrazgo contaba para ello con Cantavieja y Morella, protegidas por otras posiciones fuertes que les prestaban cobertura.

Pero la situación había cambiado: el bando isabelino podía concentrar todos sus recursos en el frente aragonés. En otoño, Espartero llegó a Aragón con un ejército de 50.000 soldados, estableciendo su cuartel general en Mas de las Matas y desplegando sus fuerzas en la línea Montalbán-Alcañiz. Leopoldo O’Donnell, al mando del Ejército del Centro, tomó posiciones en la línea Camarillas-Teruel-Castellón con 10.000 soldados. A ellos se sumaron cuerpos francos y milicianos nacionales hasta que a principios de 1840, las fuerzas isabelinas alcanzaron los 100.000 hombres.

Vista aérea del emplazamiento del castillo (A) y de la iglesia (B); en el exterior también había reductos que seguramente nunca llegaron a estar operativos (C)

Frente a este despliegue, Cabrera contaba con 20.000 soldados. El carlista confiaba en que su principal línea fortificada (que pivotaba sobre Segura de los Baños, Castellote, Aliaga y Alcalá) sería capaz de resistir, inmovilizar y desgastar al enemigo.

Pronto se iniciaron los reconocimientos ofensivos isabelinos sobre Segura, produciéndose pequeños choques armados, destacando los del 16 y 31 de enero; en este último se inutilizó un convoy de carbón para la guarnición.

El 13 de febrero, pese a las adversas condiciones climatológicas, Espartero decidió acometer el asedio. De camino a Segura se enteró de que se había producido un motín, y que el gobernador del Castillo, José Macipe, y varios oficiales habían sido ejecutados acusados de querer rendirse; José Méndez asumió el mando de la plaza y un batallón decidió abandonar la posición, retirándose a la iglesia.

Espartero quiso aprovechar la situación, estrechando el bloqueo sobre Segura. La brigada de vanguardia pasó a La Hoz de la Vieja, mientras el coronel Zurbano tomaba posiciones en Armillas. También se mantuvieron destacamentos frente a Segura para impedir que la guarnición se abasteciera extramuros. El brigadier Durando se desplegó entre Vivel y Torrecilla. El general Ayerbe con la 3ª División se desplazó hasta Cabra y Palomar para prestar cobertura exterior. El día 20 llegaron a Muniesa las piezas de artillería de grueso calibre y fueron montadas. Al día siguiente, la 1ª Brigada de la 1ª División y los húsares avanzaron hasta Cortes, mientras O’Donnell pasó a Camarillas para apoyar la operación desde el sur.

El 22, las fuerzas permanecieron detenidas por el mal tiempo. Al día siguiente, bajo la lluvia y nieve, las fuerzas de vanguardia se aproximaron a Segura, seguidas por el resto de las tropas. Las unidades tomaron posiciones y la artillería ligera efectuó los primeros disparos.

A mediodía del día 23 febrero, la lluvia y la nieve dejó los caminos intransitables. La brigada de vanguardia acampó cerca del castillo y el general Cortines, comandante general de ingenieros, también inició los trabajos de sitio. Al anochecer, el grueso de las fuerzas retrocedió a La Hoz de la Vieja y Maicas, instalándose allí el Cuartel General.

El despliegue del ejército liberal: Croquis del terreno de las inmediaciones de Segura en el 27 de Febrero de 1840, elaborado por Joaquín de Zayas y Vega (PGCE Ar.F-T.4-C.6-246)

El 24, la artillería gruesa salió de Muniesa y llegó a Cortes. Esa noche las compañías de ingenieros construyeron cuatro baterías, sin recibir fuego de contrabatería, a pesar de que dos de ellas estaban a menos de medio tiro de fusil del castillo.

El 25 la brigada de vanguardia fue relevada por la Guardia Real de Infantería. Dos de sus batallones tomaron posiciones en la falda de una altura próxima al fuerte. La artillería de batir avanzaba desde Cortes, pero fue necesario destinar un batallón de vanguardia para sacar las piezas atascadas en el barro; finalmente pudieron llegar cerca del campamento establecido ante Segura al anochecer.

A lo largo de ese día se construyó una nueva batería bajo el fuego de contrabatería de los defensores. Ese mismo día, las baterías de cañones de a 12 y de obuses pudieron batir el castillo, desmontando dos piezas defensoras.

Y a las 15 horas del día 26 de febrero ya estaban listas para entrar en acción las 5 baterías de artillería gruesa: tres de brecha (llamadas Isabel II, Reina Gobernadora y Constitución de 37) y dos de batalla (llamadas Cortes y Victoria). En conjunto sumaban 22 piezas artilleras (7 de a 24, 7 de a 16, 4 de a 12, 2 de a 8 y 2 de a 7) frente a las 6 piezas carlistas (1 de a 12, 2 de a 8 y 3 piezas de 7 pulgadas), mucho más pequeñas. El fuego se prolongó ese día hasta la noche, destruyendo las cañoneras del castillo, apagando las piezas defensoras y arrasando todos los parapetos aspillerados del primer recinto. También desmoronaron parte del torreón que protegía la entrada a la fortificación y abrieron una brecha casi practicable para el asalto.

Con la defensa al borde del colapso y la inminente la apertura de una brecha, los defensores pidieron negociar. Los liberales les concedieron de plazo toda esa noche, amenazando Espartero con reanudar al amanecer el bombardeo hasta sepultar a los defensores entre los escombros. Finalmente, a los carlistas se les permitió salvar su vida y equipajes. Una vez confirmada la rendición, piquetes de las diferentes unidades tomaron posesión del castillo.

A las 10 de la mañana a la fortaleza era ocupada con toda pompa. Los prisioneros abandonaron los muros pasando por delante de los cuerpos isabelinos formados y fueron trasladados a Zaragoza. Espartero izó en persona el pendón de Castilla en la Torre del Homenaje. Acto seguido, se entonaron ¡Vivas a la Reina! y se hicieron salvas de artillería.

El número de prisioneros capturados ascendió a 16 oficiales y 279 soldados. Las bajas isabelinas se redujeron a un soldado muerto, 6 heridos, 3 contusos y 2 desaparecidos. En el interior del castillo se incautaron las seis piezas de artillería, 146 fusiles y abundante munición y utensilios. También una bandera y una vista del castillo hecha a lápiz, a la que nos referimos en el reportaje anterior. Los víveres aprehendidos resultaban suficientes para resistir varias semanas, lo que habría permitido a Cabrera intentar socorrer a la fortaleza. Sin embargo, el asedio duró sólo cuatro días.

En las ruinas de la iglesia, a los pies del castillo, los vencedores hallaron un espacio destinado a maestranza de artillería, con aspilleras para su defensa. En este edificio los carlistas habían dispuesto cargas para su voladura, al igual que en la mina utilizada para abastecer de agua a la guarnición.

Espartero decidió volar el Castillo para que no pudiera ser recuperado por los carlistas, destruyendo una de las fortificaciones más impresionantes de la geografía turolense. Un triste epílogo para un castillo excepcional.
 

El redactor recomienda