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Casi 80 ‘médicos’ del patrimonio se han formado este 2025 en las aulas de Albarracín Casi 80 ‘médicos’ del patrimonio se han formado este 2025 en las aulas de Albarracín
La colección de tapices del Museo Diocesano es un buen laboratorio para enseñar al alumnado a recuperar textiles

Casi 80 ‘médicos’ del patrimonio se han formado este 2025 en las aulas de Albarracín

En los ocho cursos se han atendido desde retablos góticos a tapices o documentos gráficos
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La Fundación Santa María de Albarracín ha llevado a cabo a lo largo de este año ocho cursos con un total de 77 alumnos que se suman a los 2.000 que en estos 27 años se han especializado en diferentes aspectos de la restauración patrimonial. El balance es positivo tanto porque por los talleres de la institución han pasado prácticamente todos los restauradores que están ahora en activo en España como por la gran cantidad de bienes que se han recuperado no sólo en Albarracín, sino también en otros pueblos de Teruel.

A lo largo de 2025 se han impartido ocho especialidades —textiles, encuadernación, fotografía, pintura de caballete, retablos, materiales metálicos, técnicas láser y consolidación de morteros— en las que han participado 77 restauradores procedentes de distintos puntos de España. Todos los cursos han seguido una metodología eminentemente práctica, basada en la intervención directa sobre obra real y en la aplicación de criterios profesionales bajo la supervisión de un total de diez especialistas de reconocido prestigio. Los cursos cuentan con la financiación del Instituto Aragonés de Empleo (Inaem) que depende del Gobierno de Aragón.

Durante esta edición se ha intervenido un total de 22 obras históricas de diversa tipología y cronología, que han servido como eje del aprendizaje a alumnado procedente de diversos puntos del territorio nacional.

 

Los alumnos, dando los últimos retoques al retablo de Cosa

Cuna nacional

Precisamente el gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, incide en esa doble vertiente del curso, por un lado como cuna de la restauración en España: “Son muchos años y muy buenos los resultados por el carácter aplicado de las intervenciones, que se asemejan a lo que luego se enfrentan en la realidad, y todo sin perder de vista la formación”, apunta. Además, destaca que hay profesores de diferentes facultades de restauración que recomiendan a los alumnos pasar por Albarracín, de ahí que en cada edición haya siempre más demanda que plazas ofertadas.

Por otro lado, buena parte de los bienes muebles de Albarracín se han restaurado con los cursos. Entre ellos la mayoría de los retablos de la propia Catedral, cruces procesionales, casullas, cálices y otras muchas piezas que, de otra forma, seguirían posiblemente sin intervenir.

Jiménez precisa que ahora ya apenas queda patrimonio en el templo para nutrir a los cursos, pero recalca que hay muchos pueblos que les piden ayuda para acometer alguna intervención en bienes eclesiásticos que les resulta imposible asumir con fondos propios. Lo que sí tienen para muchas ediciones más es material documental, principalmente del archivo catedralicio y que sirve de base en las intervenciones de los cursos de documento gráfico.

Las últimas piezas que han pasado por el quirófano de Albarracín son dos retablos góticos de gran valor de las localidades de Villar del Salz y Cosa. El de Villar del Salz se montó este pasado mes de septiembre y el proceso de restauración constituyó una formación completa puesto que los alumnos no sólo lo recuperaron en el taller, sino que colaboraron en el embalaje, transporte y montaje en el propio municipio.

El de Cosa también ha sido restaurado y Jiménez confía en que se traslade y monte también durante el próximo curso para así ofrecer a los alumnos la posibilidad de colaborar en una tarea poco habitual: “No todos los días se coloca un retablo gótico”, asegura el responsable.

 

El curso de técnicas láser es uno de los más nuevos que se han incorporado

Sacarlos del olvido

Precisamente la labor de la Fundación es no solo restaurar esos bienes patrimoniales sino, en muchos casos, sacarlos de la oscuridad en la que el tiempo, la suciedad, los repintados y el desconocimiento los ha sumido.

Los resultados de esta edición vuelven a poner de relieve, según explican desde la Fundación la “solidez del denominado modelo Albarracín”, una metodología formativa que combina “excelencia docente, práctica aplicada y una estrecha conexión con la realidad profesional”. Por otra parte, argumentan que la participación en estos cursos favorece la inserción laboral y la especialización avanzada.

Pero además, la puesta en valor del patrimonio local supone no sólo el descubrimiento, sino su posicionamiento porque “son elementos muy importantes para los lugares donde se ubican”.

Otro aspecto en el que incide Antonio Jiménez es en la importancia que tiene que los bienes sean intervenidos por expertos, “los médicos del patrimonio son los restauradores, no se pueden dejar estas piezas tan valiosas en manos de cualquiera, los aficionados de verano pueden ser peligrosos y a veces una mano de barniz no es lo que necesitan y puede causar un grave daño”, dice.

El gerente de la Fundación Santa María pone como ejemplo de buen hacer a la Comarca del Maestrazgo, que está avanzando poco a poco en la mejora de sus bienes: “Están haciendo un trabajo muy relevante, es un buen caldo de cultivo a través de pequeños elementos patrimoniales”, comenta el responsable.

El curso ha sumado en los últimos años dos especialidades nuevas, láser y nanomateriales y fotografía, con las que la idea es continuar. Desde la Fundación Santa María planteaban compaginar fotografía con documento gráfico, organizando cada año uno de los cursos de forma alterna, pero Jiménez apunta que se han dado cuenta de la gran demanda que hay para los dos, por lo que van a intentar que el Inaem apruebe la incorporación de una novena actividad formativa.

 

El curso de pintura de caballete es uno de los más veteranos de los que se realizan en Albarracín

Testimonio

En las 27 ediciones de los cursos se han formado un total de 2.012 técnicos. Entre ellos está la zamorana Ana Vicente, que reconoció que acudió con la idea de hacer tres cursos y acabó haciendo los ocho que ofrecían en el mismo año. “Ha sido una de las experiencias más valiosas y transformadoras de mi vida. Lo que viví en esos meses no fue solo formación en restauración, fue mucho más. Aprendí de profesores y profesoras de una calidad excepcional, que además de transmitir conocimientos técnicos con rigor, supieron contagiarme su pasión y compromiso con el patrimonio. Su entrega y cercanía marcaron la diferencia en cada curso”, comenta. Asegura que los cursos no solo le han aportado técnicas y conocimientos, sino también “seguridad, motivación y una huella” que le “acompañará siempre”.

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